1. Estrés en un mundo complejo:
Desde niños no siempre se nos enseña a comunicarnos adecuadamente, a expresar sentimientos y resolver conflictos internos y externos: no tenemos las herramientas para abordar el dolor y la frustración. La alimentación desordenada es la forma simbólica del cuerpo de hacer frente a un mundo que nos abruma.
2. La familia:
Cuando un padre o una madre tiene una relación poco saludable con la comida, refleja esa forma de pensar a su hij@. Además, los trastornos alimentarios a menudo pueden ser también un mecanismo de defensa que los jóvenes desarrollan ante las dificultades en el hogar.
3. Abusos en la infancia:
Entre el uno y el dos por ciento de las niñas y mujeres que buscan tratamiento para los trastornos alimentarios han sido víctimas de abuso sexual o físico. Se puede usar la alimentación como una forma de controlar su propio cuerpo, o sentir la necesidad de castigarse a sí mismo y a su cuerpo debido a la culpa o la vergüenza. Por el contrario, comer en exceso puede provenir de la necesidad de llenar un vacío emocional dejado por el abuso o la violencia.
4. Cultura: ideal de perfección física:
Ideal que nos golpea constantemente con la imagen de hombres y mujeres en óptimas condiciones físicas y nos dicen que así es como debemos vernos. Ver tal “perfección” inalcanzable tiene un profundo efecto en nuestra autoestima.
5. Una llamada al crecimiento y la transformación
Nuestros desafíos en materia de alimentación y salud están aquí para pedirnos que crezcamos. En realidad, son mensajeros de perspicacia y sabiduría que nos piden que echemos un vistazo más profundo a nuestros mundos internos y externos para sanarlos. Aunque cueste a veces entenderlo, son la herramienta que nos permite funcionar con ese caos interno. Y gracias a ella podemos mantenernos en pie. *
Es el momento de aprender estrategias muchos más saludables, para poder dejar atrás el TCA, el que nos permitió caminar en esos duros momentos.