De repente, en medio de nuestro caos diario nos vimos obligadas/os a detenernos. Ese parón llamado cuarentena nos demandó y obligó a reflexionar, a cuestionar los elementos que componen nuestra vida, desde las personas que forman parte de ella, hasta la manera en que la gestionamos.
Sin lugar a duda, nos invitó a hacer introspección. Es decir, ver cómo estamos ocupando los espacios de convivencia, cómo negociamos nuestra privacidad, los momentos para compartir, las ausencias e incluso las presencias de más. Concretamente, nos dio pie a analizar las relaciones sexuales desde un punto de vista no sólo personal, sino también profesional. Nuestro propósito es intentar ir más allá de lo que sucede en la actualidad y vislumbrar en mayor o menor medida las condiciones, causas y factores presentes que conllevarán al cambio en nuestras costumbres. No sólo sino también, a resignificar los conceptos y escenarios por culpa de la transición que vivimos. Nos ha permitido abordar las problemáticas asociadas mediante debates interdisciplinares, con los cuales podamos ir delineando protocolos que tengan en cuenta: las diferentes realidades, la diversidad, la atención a los nuevos miedos, incertidumbres y expectativas.
La sexología, por tanto, no puede ni debe confiar en que todas estas cuestiones se resuelvan por sí mismas, con el devenir del día a día. Es muy probable que de ser así nos topemos con un contexto sociocultural que nos haga retornar a épocas pasadas. No sólo porque la sexualidad contrae tabúes y mitos no resueltos, sino porque, además somos absolutamente conscientes de que el panorama político español actual presenta una corriente de extrema derecha que viene pisándole los talones al sentido amplio de libertad. Por tanto, las/los sexólogas/os seguimos batallando, ya que queremos reflejar las diversas formas de expresarse y manifestarse sexualmente.
La educación sexual tiene que atreverse a defender su espacio, dar luz a las nuevas o no tan conocidas formas de relacionarse sexualmente. Porque si no se defiende, se llevará por delante las relaciones emocionales y sexuales al margen de la monogamia. Sería el momento perfecto para fortalecer el heteropatriarcado, el cual gozará de una ocasión idónea para vestirse de gala y seguir alargando sus años dorados, con todas las representaciones que eso conlleva: familia nuclear, monogamia y heterosexualidad por bandera, como en la presente época.
El objetivo no es hacer creer que la monogamia es un modelo por combatir o erradicar, sin embargo, es primordial cuestionarnos la estructura por la cual se mantiene, en base a qué criterios o a costa de qué o quiénes. Es una responsabilidad por nuestra parte, revisar su conducta hegemónica y lo que implica quedarse fuera de esos marcos preestablecidos.
La pandemia que hemos y estamos viviendo a podido estar forjando el imaginario social y colectivo de requerir y apreciar la familia exclusivamente, como una pareja de dos, única, para toda la vida y con una vivienda en común. Todo ello, representa la estabilidad y el orden social como ya lo hacía antaño la idea de familia nuclear, con el reclamo añadido de protección, de percepción de estar sana/o. En suma, podría haber una consideración de que todos los miembros que permanezcan dentro del “hogar/núcleo” estarían cumpliendo con su deber, consigo mismas/os y con sus seres queridos y, por ende, también con la sociedad. Como toda decisión que converja con los planteamientos de orden social de los sistemas políticos, tendrá como respuesta estar amparado y premiado por sus estructuras, lo que se traducirá en evidenciar que dicha conducta es la adecuada y esto será posible sosteniendo un modelo-tipo que relacione las personas que defiendan y vivan la sexualidad bajo esas circunscripciones como elocuentes, conscientes, respetuosas y responsables con su entorno.
Durante la pandemia, en varios tratamientos con pacientes, se vio reflejado la preocupación por su futuro en el terreno sexual y entre los miedos que afloraban nos encontrábamos con no saber el protocolo a seguir para mantener relaciones sexuales con diferentes personas y/o personas nuevas sin ser contagiadas. Se palpaba en sus discursos que las parejas estables y, sobre todo, las que se hubieran unido antes del covid-19, estaban fuera de todo peligro. Más allá de que el contagio puede darse en cualquiera de los contactos a los que nos hemos expuesto, hay que prestar especial atención a las percepciones que prevalecen cuando se describe la sexualidad en términos de segura y no segura. La mayoría consideran que, para evitar riesgos o relaciones sexuales menos placenteras, ya que tendrían que atenerse a una serie de reglas que anteriormente no eran necesarias, es mejor encontrar relaciones estables con las que sólo al principio te someterías a las medidas de protección.
Esta condición material entiende a la familia heterosexual y reproductora como lugar de protección, socialmente saludable y donde nos sentimos a salvo. Por tanto, se sigue promoviendo y potenciando un modelo tradicional de pareja que adquiere un protagonismo incuestionable.
Así que sólo nos queda realizarnos las preguntas adecuadas, teniendo presente que todo lo que hemos vivido durante la pandemia ha generado mucha incertidumbre en las relaciones no convencionales, en las diversas formas de amar, de tener sexo, en definitiva, de vivir la sexualidad.
Las preguntas serían: ¿Cómo van a gestionar el estigma social de familiares, amigas/os, en el entorno que las parejas no monógamas puedan producir? ¿Qué estrategias les vamos a otorgar para que sientan que realizan prácticas seguras y que no están poniendo en riesgo a otras personas? ¿Qué podemos aportar desde la sexología para que las diferentes formas de amar y/o tener sexo no se visibilicen como una irresponsabilidad social?
Es un hecho que este imaginario apocalíptico nos hizo enfrentarnos a un territorio completamente novedoso, donde el sexo es comprendido como una amenaza y un gran desafío. No obstante, la sexualidad es tan diversa, tiene tantas posibilidades, se puede expresar desde tantos ámbitos y medios, que no es que haga falta desde mi punto de vista reinventarla.
Es indiscutible que esta nueva realidad que nos ha tocado vivir, ha potenciado nuestra creatividad, dando lugar a fantasías y la utilización de ciertos elementos que previamente no se encontraban dentro de nuestro mapa sexual. A lo que quiero llegar es que el miedo y la incertidumbre que hemos recibido sobre el contacto entre las personas se puede solucionar a la contra de lo que parece tender. El virus no ha discriminado según el tipo de familia o relación que tengas, por ello, es insostenible la idea de que las familias monógamas hayan podido realizar un mayor control del virus. No se puede quitar visibilidad a las diferentes realidades y diversidades, se tiene que hacer palpable la importancia de la sexualidad y su atención como orden prioritaria en nuestras vidas. Para ello, hay que seguir creando protocolos legibles y defender el alcance de una adecuada educación sexual a toda la sociedad porque, al final, la vida consiste en dejarte ser, en vivirte como sientes, y en sentirte mientras vives y este hecho no lo debería frenar (y creo que no lo ha hecho) ninguna pandemia.
María del Pilar Ramos Albiar