¿SOY AUTOEXIGENTE?

¿SOY AUTOEXIGENTE?

La necesidad de producir y de alcanzar el éxito a nivel laboral y familiar es uno de los pilares fundamentales de nuestra sociedad.

Desde que somos pequeños hemos recibido mensajes en referencia a lo que tenemos que hacer y sobre lo que tenemos que ser. Esto nos ha generado unas expectativas que, en ocasiones, pueden llegar a ser irreales.

Las expectativas funcionan como una especie de brújula que nos mueven hacia la acción y, por tanto, si son realistas alcanzaremos nuestro objetivo, pero si no lo son nos generarán frustración y, con mayor probabilidad, sentimientos de incapacidad.

Para alcanzar estas expectativas ponemos en marcha ciertas actitudes como la autoexigencia y el perfeccionismo, las cuales son muy reforzadas y valoradas a nivel social y cultural y, esto hace a su vez, que su frecuencia sea cada vez mayor.

La autoexigencia es una actitud presente en todas las personas. Su función principal es el crecimiento y el desarrollo de nuestras capacidades, sin embargo, cuando no se gestiona de forma adecuada puede producir grandes desequilibrios tanto a nivel cognitivo (creencias, expectativas…) como a nivel emocional (ansiedad, frustración, tristeza…).

Cuando aparecen estos desequilibrios comienza a formarse el ciclo de la autoexigencia:

  1. Me exijo llegar a todo lo que me he propuesto
  2. No lo consigo, porque son demasiadas cosas
  3. Esto hace que me frustre y me sienta peor
  4. Mi autoestima se ve afectada porque uno de sus pilares tiene que ver con ser una persona productiva y cumplir con todo lo que me propongo
  5. Para reestablecer mi autoestima me exijo todavía más
  6. No lo consigo porque son demasiadas cosas… (y de esta forma comienza ese circulo vicioso y perjudicial)

 

Es común escuchar en nuestro día a día frases como “soy muy autoexigente”, “soy bastante perfeccionista”, “soy como una maquina de hacer cosas”… Casi siempre acompañadas de un tono de orgullo y validación. Sin embargo, no somos conscientes de lo dañino y perjudicial que puede llegar a ser para nuestra salud mental, hasta que no nos vemos sobrepasados con tantas exigencias y “deberías”.

 

Me gustaría que hicieras una pausa para hacerte estas preguntas. Tómate el tiempo que necesites:

  • ¿Cuántas veces me he dicho hoy “debo hacer “X” cosas a lo largo del día”, “de hoy no puede pasar que haga esto”…?
  • ¿Cuántos días de esta última semana no he llegado a todo lo que me había propuesto?
  • ¿Esta última semana me he acostado pensando en todo lo que tenía que hacer al día siguiente sumándole lo que no había hecho ese día?
  • ¿Cuántas veces has pensado esta semana que eras incompetente en algún ámbito de tu vida?
  • ¿Cuántas veces te has sentido sobrepasado/a en el último mes?

No hay respuesta exacta ni correcta que indique nuestro nivel de autoexigencia, pero si en la mayoría de las preguntas has pensado que sí que ha habido ocasiones en las que ha ocurrido, sería interesante hacer cierta evaluación y autocrítica sobre nuestra actitud perfeccionista y exigente.

 

¿QUÉ CARACTERÍSTICAS DEFINEN A UNA PERSONA AUTOEXIGENTE?

 

  • La incertidumbre sobre la posibilidad de cometer errores genera ansiedad y preocupaciones difíciles de gestionar.
  • Problemas a la hora de tolerar la frustración.
  • Si se cometen errores se experimentan niveles de frustración elevados que, unidos al punto anterior, generan mucha inestabilidad emocional.
  • Falta de espontaneidad. Las personas autoexigentes tienen una necesidad de organización y control bastante rígida y cuando surgen imprevistos pueden llegar a bloquearse. Es por esto por lo que no sólo buscan el control de sus capacidades, sino también del entorno en el que se desenvuelven.
  • Niveles elevados de autoevaluación. Son personas que tienden a marcarse unos estándares y expectativas elevadas. Cuando consiguen algo suelen quitarle valor y justificarlo con mensajes del tipo “era muy fácil, cualquiera lo hubiera hecho”.
  • Tienden a un pensamiento polarizado. Si fallo en algo, fallo en todo. Sería algo así como “un todo o nada”, “un blanco o negro”, sin analizar las alternativas intermedias que hay entre los diferentes extremos.
  • Suelen presentar inseguridad sobre sus capacidades y falta de confianza que desencadenan constantes críticas hacia ellos mismos.
  • Se atribuyen los errores a ellos mismos y sus capacidades, pero los logros se los atribuyen a factores externos como la suerte, la casualidad o la capacidad de otras personas.
  • Suelen dar mucha importancia a las expectativas que puedan tener las personas de su entorno respecto a ellos y, por ello, tienden a la búsqueda de aceptación y aprobación por parte de los demás.
  • Para alcanzar sus logros intentan no perjudicar y hacer daño a las personas que les rodean, es decir, buscan su objetivo sin perjudicar al resto.
  • Se consideran personas muy responsables ante las tareas a realizar.
  • Debido al miedo a fracasar, tienden a anticipar posibles eventos negativos que, en muchos casos, van acompañados de un toque catastrofista.
  • Tienden a dar lo mejor de sí, sin plantearse si está sobrepasando sus propios límites y/o capacidades.
  • Les cuesta delegar en otras personas.
  • Su autoconcepto depende directamente de su desempeño en las tareas y del resultado obtenido.

 

¿CUÁLES SON LAS CONSECUENCIAS DE UNA ACTITUD AUTOEXIGENTE?

 

Como ya se ha comentado anteriormente, esta actitud llevada a un extremo puede conllevar un desequilibrio en la forma de vernos y sentirnos respecto al entorno en el que vivimos. Las consecuencias más marcadas procedentes de esta autoexigencia son:

  • Procrastinación. Será mucho más sencillo desarrollar hábitos que nos lleven a posponer aquellas tareas que son prioritarias.
  • Análisis constante del comportamiento que provocará una rumiación cognitiva excesiva.
  • Autoestima frágil y fluctuante. Si el desempeño y el resultado es el esperado se sentirá bien consigo mismo, pero si no es el deseado la visión de uno mismo será negativa.
  • Presencia de ansiedad, depresión, frustración y agotamiento tanto físico como mental.
  • Problemas en ciertas habilidades como la asertividad. Resultará mucho más difícil decir que no a peticiones externas, produciéndose, de esta forma, mayor sobrecarga.
  • Problemas físicos como migrañas, cefaleas tensionales, dolores musculares, aumento de la tensión arterial que puede suponer mayor riesgo de problemas cardiovasculares y problemas gastrointestinales.
  • Afectación a nivel familiar, laboral y social.

 

Todo este patrón de comportamiento es aprendido y, por tanto, podemos llevar a cabo cambios que nos ayuden a disminuir el nivel de autoexigencia y, de esta forma, ser más funcionales. Algunos de los cambios que pueden ayudarnos son:

 

Cambios cognitivos a nivel de creencias:

  • Los errores no son fracasos. Las personas aprendemos a través del “ensayo-error” y, por eso, errar puede ser una forma de aprendizaje muy útil.
  • No necesito la aprobación de los demás para valorarme como persona. Somos como somos, con nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Desprendernos de la opinión de los demás nos ayudará a poder desarrollarnos como personas válidas y únicas.
  • Cambiar las exigencias por preferencias. Cambiar los “debería” por los “me gustaría” rebaja el nivel de exigencia y, por tanto, de malestar.

 

Cambios conductuales:

  • Exigirme menos de lo que puedo hacer. Esto va a hacer que cumplamos con todas nuestras tareas y demos espacio a otras actividades agradables. Esto aumentará nuestro bienestar y disminuirá la inestabilidad emocional.
  • Comenzar a delegar en tareas que sepa que puede llevar a cabo otras personas de mi entorno.
  • Dedicar tiempo de autocuidado.

 

Comenzar a ser menos exigentes es una de las mejores cosas que podemos hacer por nosotros mismo y nuestra salud”.

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